INTRODUCCIÓN:
La
certeza evolutiva del hombre en cuanto a su innatismo cultural
depende de una cuestión de grado, algo que ya suponía Darwin en su
tiempo, pues la especialización humana frente a otros primates de
mente superior destaca en mayor grado por el abismal desarrollo del
simbolismo intrínseco que configura la propia cultura. Los procesos
inherentes de la proyectividad como método de trabajo parten de esa
misma base y se formulan acorde a los grados de las funciones
interpretativas y representativas. Los ejemplos de ejercicios en la
sección “Alquimia
vital”
llamados “Sobre
nubes y relojes nivel uno”
y “nivel
dos”
realizan una correcta y práctica aplicación de sendas funciones
como clasificación de las obras escritas, según su cariz simbólico.
Sin embargo, la conjunción que presuponen tales esquematizaciones
geométricas, proporcionan otras posibles fórmulas de trabajo,
también adaptables a obras plásticas, o cualquier trabajo con un
intenso compuesto creativo y/o cultural aunque no sean los campos que
aquí se exponen. Para finalizar esta breve explicación, una
reflexión esclarecedora que el divulgador científico Matt Ridley
hace en su libro “Qué
nos hace humanos”:
“[…] En
cierto sentido, cuando uno imita una idea la convierte en una
representación, que a su vez se convierte en simbolismo.”
FUNCIÓN
INTERPRETATIVA Y REPRESENTATIVA:
Las
pequeñas obras pictóricas que acompañan este texto, nos muestran
tres ejemplos claros de los grados de simbolismo (o significación)
que podemos obtener de la clasificación mediante ambas funciones.
Esto no significa, por contra, que no puedan existir grados
intermedios de simbolismo, grados intermedios entre los extremos que
suponen el simple signo: el ave que simboliza un sencillo logotipo,
un barco que indica un puesto pesquero en la leyenda de un mapa y la
señal que indica un puerto de montaña; a las representaciones más
técnica de estas posibles formas simbólicas: la representación
técnica del plumaje de un ave, el plano del bergantín “BEAGLE”
y la escala en el plano de una montaña. En medio, nos queda un
sinfín de ejemplos interpretativos o representativos que podemos
usar como más nos convenga según dispone nuestra propia cultura,
como por ejemplo, un conjunto de aves que muestran su maestría en el
cielo, la pintura de un velero que navega al viento y un simple
paisaje de montaña.
CONCLUSIÓN:
El
resultado de este ejercicio, se explica por sí mismo al llevar a
cabo esta práctica y sencilla clasificación. Las primeras
producciones simbólicas de la cultura humana contienen un alto grado
interpretativo, es decir, es un contenido puramente subjetivado de la
realidad. De ahí emanan por ejemplo, las antiguas creencias, los
mitos, los ritos, y en definitiva la simbología pictórica
(estética). Sin embargo, a medida que la especialización de la
humanidad ha dependido de la trasmisión de la historia cultural,
surgen nuevas formas de comparación en una constante selección de
las mejores ideas, lo que nos lleva a una objetivación del contenido
y un grado de mayor simbolismo técnico. En este sentido, ya no
precisamos tanto de una interpretación subjetiva de la realidad, a
no ser de una forma artística, sino que requerimos comprender la
realidad a través de representaciones más exactas.